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*EL QUINTO DÍA (fragmento)

Hooper vio que el cangrejo estaba sobre la mano con la que Linda todavía se apoyaba. Detrás había otro. Y al lado otro más. Su mirada recorrió la roca que separaba la hondonada de la playa, y creyó estar viviendo una pesadilla.
La piedra oscura había desaparecido bajo decenas de cuerpos acorazados. Animales blancos sin ojos y provistos de pinzas se apiñaban por doquier.
Debían de ser millones.
Linda se quedó mirando los animales inmóviles.
—¡Oh Dios! —susurró.
En ese instante comenzó a subir la marea. Hooper ya había visto algunos cangrejos pequeños por la playa, pero pensaba que eran animales que se movían con torpeza, lenta y tranquilamente. Aquéllos en cambio eran rápidos. Eran terriblemente rápidos, como una ola que fluyera hacia ellos. Sus patas duras producían un leve repiqueteo sobre el suelo rocoso.
Linda se levantó, desnuda como estaba, y retrocedió. Hooper intentó recoger sus ropas, se tambaleó y se le cayeron unas cuantas prendas. El veloz ejército de cangrejos se abalanzó sobre ellas y Hooper dio un salto hacia atrás.
Los animales lo siguieron.
—No hacen nada —gritó contra su convicción, pero Linda ya se había dado la vuelta y trepaba corriendo por las rocas.
—¡Linda!
Tropezó y se cayó cuan larga era. Hooper corrió hacia ella. Al instante los cangrejos estaban por todos lados, pasaban por encima de ellos y trepaban por su cuerpo. Linda comenzó a dar gritos agudos de pánico. Hooper apartaba a los animales de la espalda de Linda y de sus propios brazos.
Gritando y con gesto demudado, Linda daba saltos mientras se pasaba las manos por el pelo. Los cangrejos subían por su cabeza. Hooper la agarró y la empujó hacia adelante. No quería hacerle daño, sólo quería ayudarla a salir de aquel alud que se derramaba sobre las rocas, pero Linda volvió a tropezar y lo arrastró. Hooper perdió pie, se cayó y sintió cómo las pequeñas corazas se hacían pedazos bajo su cuerpo. Los fragmentos se le clavaron dolorosamente en la carne. Dio manotazos para todos lados, sintió que centenares de patas filosas se deslizaban sobre él y vio que tenía los dedos manchados de sangre. Finalmente logró incorporarse y arrastrar a Linda consigo.

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