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*LOS NIÑOS DEL BRASIL (fragmento)

—Ya saben lo que van a hacer —empezó el hombre de blanco— y también que la tarea es larga. Ahora les daré los detalles —inclinó la cabeza hacia delante, mirando hacia abajo a través de las gafas—. En los próximos dos años y medio tienen que morir noventa y cuatro hombres en fechas aproximadas —repuso, mientras leía—. Dieciséis de ellos están en Alemania Occidental, catorce en Suecia, trece en Inglaterra, doce en los Estados Unidos, diez en Noruega, nueve en Austria, ocho en Holanda y seis en Dinamarca y Canadá. El total es de noventa y cuatro. El primero debe morir aproximadamente el 16 de octubre; el último, alrededor del 23 de abril de 1977.
Se recostó en su asiento y volvió a mirarles.
—¿Por qué deben morir esos hombres? ¿Y por qué aproximadamente en esas fechas específicas? —sacudió la cabeza—. Ahora no; más adelante se les podrá explicar por qué. Pero sí puedo decirles lo siguiente: la muerte de esos hombres es el paso final de una operación a la que tanto yo como los líderes de la Organización hemos consagrado muchos años, esfuerzos enormes, y una gran parte de la fortuna de la Organización. Es la operación más importante que haya emprendido jamás, y les advierto que «importante» es una palabra infinitamente débil para describirla. Están en juego la esperanza y el destino de la raza aria. Y al decirlo no exagero, amigos míos; es la verdad literal: el destino de los pueblos arios, su predominio sobre los esclavos y los semitas, sobre los negros y los amarillos, se cumplirá si la operación tiene éxito y no se cumplirá si la operación fracasa. De manera que «importante» no es una palabra suficientemente fuerte, ¿no lo creéis? ¿«Sagrada», quizás? Sí, eso se aproxima más. Todos ustedes participan en una operación sagrada.
Levantó su cigarrillo, le dio un golpecito contra el cenicero para quitarle la ceniza y luego se llevó cuidadosamente la colilla a los labios.


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