
Se recostó en su asiento y volvió a mirarles.
—¿Por qué deben morir esos hombres? ¿Y por qué aproximadamente en esas fechas específicas? —sacudió la cabeza—. Ahora no; más adelante se les podrá explicar por qué. Pero sí puedo decirles lo siguiente: la muerte de esos hombres es el paso final de una operación a la que tanto yo como los líderes de la Organización hemos consagrado muchos años, esfuerzos enormes, y una gran parte de la fortuna de la Organización. Es la operación más importante que haya emprendido jamás, y les advierto que «importante» es una palabra infinitamente débil para describirla. Están en juego la esperanza y el destino de la raza aria. Y al decirlo no exagero, amigos míos; es la verdad literal: el destino de los pueblos arios, su predominio sobre los esclavos y los semitas, sobre los negros y los amarillos, se cumplirá si la operación tiene éxito y no se cumplirá si la operación fracasa. De manera que «importante» no es una palabra suficientemente fuerte, ¿no lo creéis? ¿«Sagrada», quizás? Sí, eso se aproxima más. Todos ustedes participan en una operación sagrada.
Levantó su cigarrillo, le dio un golpecito contra el cenicero para quitarle la ceniza y luego se llevó cuidadosamente la colilla a los labios.
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